1. Plotino

24.02.2023

Plotino (204-270) era oriundo de Egipto. En Alejandría conoció a Amonio Sakkas del que "adquirió una formación filosófica tan desarrollada que concibió el afán de experimentar la filosofía que se practica entre los persas y la que florece entre los indios. Y estando el emperador Gordiano a punto de marchar contra los persas, Plotino se unió a su comitiva" en el año 242. (Porfirio: Vida de Plotino 3, 15-19).

Se asentó en Roma. Encargó a su discípulo Porfirio a que organizara y corrigiera sus discursos que daba en la villa romana donde vivía, pues "vivía consigo mismo y con los demás en continua reconcentración mental" como el ensimismamiento que recuerda Platón de Sócrates (El Banquete 174 d y 220 cd). A sus clases asistían mujeres de la nobleza y "al hablar la inteligencia se le transparentaba hasta en el rostro alumbrándolo con su luz; él ya peseía un encanto que embelesaba la vista, pero entonces más que nunca se hermoseaba visiblemente; bañábale un sudor tenue, irradiaba apacibilidad y a las preguntas respondía con muestras de tanta bondad como de energía (13, 5-10). "Era más abundante en pensamientos que en palabras expresándose cosi siempre exaltada y apasionadamente, más como quien vibra sintonizando con lo que dice (14, 3-5)".   

"En el oráculo fúnebre se dice que Plotino era fino y suave, apacibilísimo y afable, como sabíamos por nosotros mismos que lo era realmente. Y se dice que vivía insomne, manteniendo el alma pura y siempre en marcha afanosa hacia la Divinidad, a la que él amaba con toda su alma y hacía lo posible por escapar de la amarga ola de esta vida que se apacienta de sangre... Y aparecíosele aquel Dios que carece de figura y de forma y está asentado sobre la Inteligencia, como dijo Platón en el Banquete. Yo Porfirio declaro haberme allegado a ese Dios y haberme aunado con él una sola vez. Pues bien, para Plotino el fin y la meta consistían en aunarse con el Dios omnitrascendente y en allegarse a él. Cuatro veces, mientras yo estuve con él, alcanzó esta meta merced a una actividad inefable" (Vida 23, 1-18).

 Así explica el devenir o las transformaciones del mal llamado "Primer Principio", pues en el origen de todo no puede haber un principio ni menos un primero. Plotino lo llama Uno como unidad que está en los restantes seres que han derivado de él, siguiendo a Parménides. A su vez, como estos derivados son buenos, al Uno añade el concepto de bueno, tomado de la República de Platón (137 c). El Uno-Bien representa, entonces, el origen lógico y una característica del devenir que acompaña a los diverso seres. Es el equivalente del motor inmóvil aristotélico, que es inmóvil y es motor generador de las cosas. El Uno-Bien se autogenera y transmite esta actividad productora a las cosas que va creando. Y lo hace sin merma, sin desgastarse, pues es eterno. 

Además, para Plotino hay una racionalidad en la diversidad de seres. Y es hacia esta Inteligencia a la que se dirige la programación interna de cada ser. Esta vuelta al origen genera una actividad de superación, una especie de contemplación. Así como el desarrollo de las capacidades miran al origen al llevarlas a cabo cada ser, también en el ser humano se entiende esta actividad contemplativa como una subida hacia el Bien. Por algo estamos diseñados para buscar el bien y huir del malestar. En este sentido "la producción es contemplación" (Enéada III, 8, 3, 20-21).  

En las cosas podríamos decir que hay una racionalidad primera en la programación particular de cada ser, y una inteligencia secundaria que permite a los seres superar las dificultades del entorno. Podríamos llamarlo programación básica o metafísica frente a la programación biológica influida por el entorno; un ADN o semilla geminal.