4. Nietzsche. Transvaloración

19.01.2023

Los valores cristianos son muy criticados por Nietzsche desde la perspectiva de la voluntad de poder. Un "Poder" que no solo muestra su capacidad al crear nuevas estructuras, sino también al conservarlas mediante los instintos en los seres vivos, y mejorar su diseño en las nuevas formas de vida como muestra el evolucionismo. Por otro lado, la fuerza intrínseca al Poder, que viene representada por la voluntad, se muestra incansable e incesante buscando el máximo bienestar en toda forma de vida. Así pues, no se detiene la voluntad de poder en conservar lo que hay, más bien tiende a incrementarse, a empoderarse. Hasta el punto, que triunfan con éxito sobre el entorno físico las nuevas especies más y más sofisticadas cada vez.

Recordemos que la voluntad selecciona de sus objetivos los más atractivos. Y queda establecida, de este modo, una jerarquía de valores o de intereses. Y lo hace en función de mejorar la vida. Por tanto, valores como la pobreza, el sufrimiento, la mendicidad o caridad, la vida como un valle de lágrimas, el mercadeo ritual con lo divino, la negociación con el mal de la Redención, la crueldad de los dioses (infierno eterno, pecado), la intransigencia en poseer toda y la única verdad, y otros valores de la religión cristiana dejan de tener sentido al no potenciar la vida. No los considera valores sino vicios, al llevar consigo metas opuestas. Su famosa frase, "Dios ha muerto", ha de entenderse como la muerte de los valores que se atribuyen al dios cristiano.

"¡Este mundo es voluntad de poder y nada más! ¡Y también vosotros sois voluntad de poder y nada más!" (n. 1067). Los individuos, el conocimiento, la vida, el mundo, todo es voluntad de poder. Los dioses y el cosmos son la vida como pensaría Heráclito al decir: "Todo está lleno de dioses".

El conocimiento de lo que se ve (fantasía) encubre la inquietud oculta que aspira a la vivencia del ser, a conocer la verdad. El conocimiento que no es verdadero es falso y no es conocimiento, ya que alcanzar la verdad es hacia lo que el hombre tiende. La verdad de la ciencia, en cambio, es una ilusión desconectada de la vida. Y así vemos que la vida supera en valor al conocimiento (de la ciencia), y que éste es menos apreciado que el arte. Pues "el arte tiene más valor que la verdad" de la ciencia (n. 853, IV). "La verdad es la especie de error sin la cual una determinada especie de seres vivientes no podría vivir" (La voluntad de poder nº 4939). "Nuestros sentidos están desarrollados exclusivamente para prosperar en la conservación y crecimiento (de la vida. Y esta es su verdad); pero al necesitar ser estables para prosperar, hemos creído que el mundo (del ser) es el verdadero en vez del mundo cambiante (del devenir)... Que tenga que haber una serie de creencias, que esté permitido razonar, que se afirmen los valores esenciales: esto es el fundamento de todo lo viviente y de su vida" (frag. 507)

Esta es la transvaloración que hace Nietzsche de la metafísica platónica: el mundo cambiante es el verdadero, el que potencia la vida, no el mundo abstracto del ser "aunque el mundo verdadero (el cambiante) debe ser consistente" en referencia a su fundamento de conservar y acrecentar.

A modo de reflexión, el mundo del cambio, del devenir, es estable cuando su fundamento lo es. Lo fenoménico no es perdurable, pero sí lo es la causa. Porque el mundo no consta solo de voluntad y de valores o apreciaciones, también está gobernado por el Poder. ¿Entonces? Vivimos en dos mundos a la vez: el visible del devenir y el invisible de la causalidad. Y nuestro conocimiento, así mismo, debería ser doble: conocer y contemplar. ¿Qué valor le damos al mundo del devenir en nuestro concepto de la verdad? No olvidemos que vivimos en él y que sin él, el ser no es el ser. Y no sería posible conocerlo.