1. Lucrecio: La naturaleza de las cosas. -Nada sale de la nada y el rito de Cibeles-
Lucrecio, poeta maldito del s. I a. C., defiende la filosofía atomista de Epicuro que dice: "nada nace de la nada; pues todo nacería de todo sin necesidad de gérmenes; y si lo que desaparece se disolviera en el no ser, todo perecería por no existir nada en que poder cambiarse cuando se deshace" (Carta a Heródoto 38-39). Lucrecio contrapone la ciencia de Epicuro, el atomismo, al fanatismo religioso de los astros, propagador de terrores de ultratumba (Libro I, 90-150). Rerum natura es la mejor exposición de la ciencia física que nos ha llegdo de la antigüedad. En ella convergen la ciencia física, la filosofía, la poesía y la crítica social. El epicureísmo representó un formidable contrincante y contrapunto a la mitología cristiana. Desde entonces, la palabra hedonismo y placer siguen con su estigma peyorativo. "Cuando decimos que el fin (el sentido) de la vida es el placer, no nos referimos a los placeres de los libertinos ni a los que se encuentran en la vida disoluta, como creen algunos que nos desconocen o lo han entendido mal, sino al hecho de no sentir dolor en el cuerpo (aponía) ni turbación en el alma (ataraxia)" (Carta a Meneceo, 131).
Los átomos son los últimos elementos indivisibles de las cosas; se mueven en el vacío y gozan de la capacidad de producir la vida. En esta primera parte del Libro I (210-368) se invita a reflexionar sobre el principio básico: de la nada no puede salir cosa alguna.
"Pensando en la naturaleza, por un principio suyo empezaremos: ninguna cosa sale de la nada. / Porque si de la nada fuese hecho, podría todo género formarse de toda cosa sin semilla alguna. / Los hombres de la mar nacer podrían, de la tierra los peces y las aves, lanzáranse del cielo los ganados / y las bestias feroces como hijos de la casualidad habitarían los lugares desiertos y poblados. / Los mismos frutos no traería al árbol, antes bien diferentes los daría; todos los cuerpos produjeran frutos. / Porque los seres son formados de unas ciertas semillas de que nacen y salen a la luz; / en donde se hallan sus elementos (átomos) y primeros cuerpos. Además, ¿por qué causa en primavera / vemos nacer la rosa, y en estío los frutos sazonados, y las viñas en los días hermosos del otoño? / Sino porque a su tiempo las semillas determinadamente se reúnen, sale la creación sin ayuda del tiempo; / la tierra vigorosa con certeza da a luz sus tiernos hijos: si naciesen de la nada saldrían al momento / en tiempo incierto y estación contraria: pues carecerían de principios cuya unión el mal tiempo no impidiera. Si crecer pudiesen de la nada, pues jóvenes se harían en un instante los pequeños niños, / y apenas los arbustos asomasen, de repente a las nubes se alzarían; y vemos que sucede lo contrario, / que poco a poco van creciendo imprimiendo un carácter cierto y fijo con su propio crecer en cada especie. / Además, que la tierra no daría sin ciertas lluvias sus alegres frutos, ni el animal privado de alimento / su especie propagara, ni podría conservarse a sí mismo. Y nada vuelve a la nada. / En fin, ¿perecen las copiosas lluvias cuando las precipita el padre éter en el regazo de la madre tierra? / No; pues hermosos frutos se levantan, los ramos de los árboles verdean, crecen y se desgajan con el fruto. / Sustentan a hombres y alimañas, de alegres niños pueblan las ciudades, por doquier en las frondosas selvas se oyen cantos de las aves nuevas, y los rebaños de pacer cansados tienden sus cuerpos por risueño pastos . / Luego, ningunos cuerpos se aniquilan; pues la naturaleza los rehace y con la muerte de unos otro engendra."
Del Libro II (788-829) extraemos este texto sobre el rito de Cibeles: `"[Los sacrificadores] "En sus manos resuenan los tambores estrepitosos y los retumbantes címbalos, / y amenazan las trompetas con un sonido ronco, y estimula la flauta en tono frigio de furores (1) / y empuñan lanzas, de la muerte indicios, para llenar de espanto a los ingratos / y a los pechos impíos con la diosa... La estatua muda ofrece a los mortales en secreto el rico manantial de sus favores, arrojan al momento por las calles riquezas y dinero a manos llenas; llueven flores y rosas, sombreando a la madre y brillante comitiva. Un batallón armado, que los griegos llaman Curetes frigios, retozando con pesadas cadenas e sacuden y bailan a compás, / y alegres miran la sangre que les corre y agitando con furor los terroríficos penachos de sus cabezas traen a la m emoria los Curetes que ocultaron en Creta aquel vagido, según dice, / de Jove un tiempo, mientras que giraban en leve danza, armados los infantes en torno al niño / y a compás herían el bronce estrepitosos por el miedo de que Saturno no lo devorase / con su diente cruel y eternamente hiriese el tierno pecho de la madre: por eso la acompaña gente armada... Esta ficción tan bella y tan galana la razón verdadera la reprueba, / pues la naturaleza de los dioses debe gozar por sí con paz profunda de la inmortalidad (2) / de los sucesos humanos apartados y distantes".
(1) La flauta se usaba en los ritos orgiásticos de cibeles. (2) La divinidad para Epicuro era "un ser vivo, inmortal, incorruptible y feliz". Esta felicidad a la que aspiraba el sabio era la ataraxia o quietud interior.