Plenitud y gradación en la cadena del ser

19.03.2023

Los antecedentes filosóficos de este paradigma de la cadena de los seres se remonta a Aristóteles, quien afirmaba que el cosmos era algo lleno vs. horror vacui, y que los seres se distinguían unos de otros por ligeras variaciones. Distinguía contigüidad de continuidad en que el primer término indicaba que dos cuerpos juntos se separaban por sus dos límites respectivos. Continuidad, en cambio, asumía que dos cuerpos se separan por un solo límite. En biología, dos células en contigüidad están limitadas por sus dos membranas; y en continuidad cuando ambas membranas se han unificado en una sola lo que hace posible el intercambio de materia celular.

Esta idea de la plenitud se deduce del Primer Principio, origen de todas las cosas. Para Plotino la pluralidad de seres se genera por emanaciones del principio activo o Uno-Bien en vez del creacionismo. La idea de plenitud pone en riesgo la fe en la creación cristiana y favorece el amanacionismo y el panteísmo. Spinoza en el s. XVII extrae las últimas consecuencias de esta tesis con su famosa frase: "Deus sive Natura", Dios o naturaleza. 

Dios es perfecto, autosuficiente y feliz en sí mismo. No necesita crear el mundo según la tesis cristiana de Agustín de Hipona: lo ha creado por su voluntad. ¿Pero, por qué no se complace en su estado autosuficiente? La causa no puede ser motivada por algo externo a sí mismo; luego volvemos a que ese principio es activo por su propia naturaleza y la creación es necesaria. Si Dios creara sin necesidad, el mundo sería innecesario, es decir, casual. Y si es casual, Dios sería imperfecto y no sería el sumo Bien. Luego, Dios, al crear el mundo de sí mismo, lo ha hecho por su propia naturaleza y de forma necesaria.

Veamos como conciben este paradigma de la plenitud de seres en el s. XVIII: "No resulta imposible concebir... que pueda existir un número mayor de especies de criaturas inteligibles sobre nosotros, que las que hay, sensibles y materiales, debajo de nosotros, pues en todo el mundo visible corpóreo no vemos abismos o lagunas. Todo el descenso desde nosotros hacia abajo es por pasos graduales y por una serie continua de cosas que difieren muy poco en cada grado, las unas de las otras. Existen peces alados, aves que habitan en el agua cuya sangre es fría como la de los peces... Hay animales tan cercanos a la estirpe de las aves y de las bestias que están a medio camino entre ambas: los anfibios, que aúnan las propiedades de los terrestres y los acuáticos... los reinos animal y vegetal están tan estrechamente entrelazados, que si tomamos al más bajo del primero y el más elevado del segundo, apenas se observa una pequeña diferencia entre ambos. Y así, hasta llegar a las pertes más bajas e inorgánicas de la materia podemos encontrar que las diversas especies están unidas y que tan solo difieren en grados irrelevantes. Y cuando consideramos la infinita sabiduría y poder del Hacedor, tenemos motivo para pensar ... que las especies de criaturas también pueden gradualmente ascender desde nosotros hacia su infinita perfección, del mismo modo en que observamos cómo descienden desde nosotros hacia abajo también de manera gradual. Por todo lo cual, tenemos buena razón para persuadirnos de que existen más especies de criaturas por encima de nosotros que por debajo, pues estamos en grado de perfección mucho más alejados del ser infinito de Dios que del estado más ínfimo del ser". (J. Locke: Ensayo sobre el entendimiento humano. Libro III, cap. 6, 12).

La creencia en la existencia de otros mundos habitados ya fue popularizada por Fonenelle en el s. XVII. Argumentaba este autor que la ausencia de seres inteligentes en otros mundos sería un despilfarro irracional y un desperdicio de oportunidades para el Autor de la naturaleza. El otro dilema que entrañaba el concepto de gradación de las especies residía en que no se distinguen las especies animales por generación. "Cuando nació el abate de Saint Martin, poseía en tan escasa medida la forma de un hombre que más bien parecía un monstruo. Durante algún tiempo se anduvo deliberando si se le debería bautizar o no... Tan extrañamente había sido formado por la naturaleza, que durante toda su vida fue llamado el abate Malatru, mal-hecho... es seguro que de ser su forma exterior un poco más extraña habría sido expulsado y se le habría ejecutado como algo indigno de pasar por un hombre... Me gustaría saber entonces en qué consisten los precisos e inamovibles límites de esa especie... Es claro que no conocemos la esencia real de esa sustancia ni de ninguna otra... ¿Quien podría afirmar a qué especie pertenecía el monstruo que menciona Liceto (I, 3) que tenía cabeza de hombre y cuerpo de cerdo? Así de inciertos son los límites de las especies animales para nosotros... y así de alejados nos encontramos de un conocimiento exacto de lo que sea el hombre... Si la historia no miente, han existido mujeres que han concebido de simios, y ¿qué especie real será el producto de dicha unión? Las mulas y onotauros, productos de unión de un asno y una yegua y de un toro y una yegua son tan frecuentes en el mundo. Una vez tuve ocasión de ver una criatura que era el producto de un gato y una rata, y que tenía características de ambos. Solo distinguimos las especies por el nombre. (ibid., III, 26-27). No podemos dar un nombre a cada cosa y, por ello, los nombres generales representan un conjunto de ideas que designan a todo un grupo o especie. El concepto de especie obedece a una idea general. Los nombres no designan la naturaleza de las cosas. Pertenece a Aristóteles la idea de que las especies son fijas y bien delimitadas. 

Otro naturalista comentaba: "El error consiste en no entender los procesos de la naturaleza que siempre ocurren de manera gradual. Es posible descender por casi imperceptibles grados de la criatura más perfecta hasta la materia más informe. [Así,] la naturaleza actuando mediante desconocidas gradaciones; no puede prestarse a estas divisiones [de géneros y especies]... En realidad solo existen individuos en la naturaleza. (Buffon: Historia Natural, I, 12-38).  

 Así, vemos que los principios de continuidad y gradación se convierten en leyes de la naturaleza. Y comienza una búsqueda exhaustiva de los eslabones perdidos de esta cadena de seres, especialmente la especie desaparecida entre monos y humanos, entre vegetales y animales (zoofitas). Con la ayuda del microscopio afloró un mundo inquietante e insospechado de seres diminutos que lo llenaban todo como una plaga de parásitos que se devoraban unos a otros. "Todas las partes de la materia están pobladas; cada hoja verde es un enjambre de habitantes. Apenas hay un humor `[líquido] en el cuerpo del hombre o de ningún otro animal que nuestras lentes no descubran miríadas de criaturas vivas. El exterior de los animales también está cubierto de otros animales, que son la base de otros animales que viven sobre ellos... También en el mármol encontramos innumerables células y cavidades repletas de esos habitantes imperceptibles que no se pueden descubrir a simple vista." (Addison:  Spectator Nº 519). 

 A modo de reflexión. Tanto en la generación de especies animales o vegetales procede la naturaleza por medio de semillas, nunca por saltos. A través de ellas se transmiten las cualidades de unos seres a otros. Lo mismo parece suceder en el despliegue de los elementos atómicos que constituyen las sustancias materiales: se aprecia una misma estructura atómica en todos, y un añadido de diferentes partículas que brindan cualidades y propiedades diversas. ¿Podría extrapolarse esta reflexión a la esencia de los seres vivos en su relación con los elementos materiales y crear una cadena de seres desde el átomo de hidrógeno (H) a la especie humana? 

-- Es importante darse cuenta que todo proceso natural se manifiesta de forma gradual.  

-- La otra consideración a reflexionar es darnos cuenta de que la vida lo inunda todo, constituye nuestro cuerpo realizando funciones químicas de complejidad y alcance insospechados. 

-- Resulta muy difícil no admitir que subyace un diseño inteligente en la naturaleza.

-- Gana en simplidad y probabilidad un sistema monista, evolucionista o panteísta, sobre el paradigma creacionista tradicional.

   

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